Las asociaciones apresuradas
con acontecimientos del pasado, generalmente terminan siendo erróneas. Las
manifestaciones callejeras del jueves 13 de setiembre son muy recientes como
para sacar conclusiones certeras sobre su origen, desarrollo y proyección
futura.
No obstante lo cual un primer
elemento novedoso fue el rol de las redes sociales en la génesis de una
movilización espontánea en distintos puntos del país. La fluidez de las
comunicaciones en la actualidad puede promover a acciones rápidas e
impredecibles, sin necesidad de intermediación alguna de los factores
tradicionales del poder.
Otro dato llamativo fue la
ausencia de las fuerzas políticas en la organización del descontento popular de
algunos sectores de la sociedad, tanto del oficialismo para contrarrestar la
movida como de la oposición que no pudo montarse en los reclamos de quienes
decidieron salir a la calle.
Los puntos oscuros, para
analizar más detenidamente lo acontecido fue la heterogeneidad de las
consignas, inseguridad, re-reelección, cepo cambiario, corrupción, inflación.
No pudo determinarse con certeza cual de todas estas consignas fue la más
convocante o la que originó la queja. Posiblemente un mix de varias de ellas
contribuyó a la adhesión de distintos sectores de manifestantes.
También habría que hacer un
análisis más fino, con respecto a las ubicaciones geográficas donde se
produjeron las movilizaciones. La Ciudad de Buenos Aires es un territorio
esquivo para el actual Gobierno Nacional, prueba elocuente de ellos fueron los
dos mandatos consecutivos que obtuvo Mauricio Macri por el voto ciudadano.
Lógicamente la ciudad de Córdoba fue otro de los lugares donde el descontento
popular era previsible teniendo en cuenta la actual puja de fondos entre la
Gobernación local y el Ejecutivo Nacional.
En Rosario, otra de las
ciudades administradas por fuerzas no kirchneristas, donde la última
competencia electoral estuvo restringida al FAP de Hermes Binner y la figura
emergente de Miguel del Sel (PRO), demuestra que también era un lugar permeable
para manifestaciones contrarias al Gobierno de Cristina Kirchner.
En síntesis, si bien es una
señal clara que el oficialismo debería tomar en cuenta, no es una situación
comparable a los históricos cacerolazos del 2001, y debería ser también un
motivo de preocupación para la oposición, que no termina de anticiparse a los
acontecimientos para construir una alternativa de poder de cara al 2015.
Lo cierto es que las medidas
que se toman o que se omiten tienen correlato en la sociedad, que en
consonancia con los signos de los tiempos que le toca vivir adquieren nuevas
metodologías y utilización de nuevas herramientas, para un fin que tan añejo como
legítimo. La posibilidad de ejercer el derecho de libre expresión y opinión, de eso se trata.
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