lunes, 10 de septiembre de 2007

El que reparte, se queda con la mejor parte


Nervios, ansiedades. Alguien oficia necesariamente de armador, y como consecuencia, encuentra para sí o su delfín, o delfina, un lugar bajo el sol. Lentamente se cerraron las listas con la nómina de candidatos a ocupar bancas en la baja cámara baja en octubre venidero.
Celulares que pululaban, lugares de encuentro cambiados, nombres en neurótico sube y baja, nada más lejos de la nueva política por tantos pregonada.
En la ciudad de Buenos Aires, una vistosa lapicera -continuación de una enérgica mano electora-, decidió discrecionalmente el futuro de propios y ajenos.
Los heridos de hoy serán los enemigos de mañana, los noveles agraciados posibles futuros traidores: son las tradicionales reglas del juego de la política vernácula.
El mediático e histriónico ministro de Trabajo, Carlos Tomada encabezará la heterogénea oferta electoral donde convivirán Vilma Ibarra, otrora hermana de un ex prestigioso ex jefe de Gobierno porteño, y el ex revolucionario setentista, y ex joven peronista Juan Carlos Dante Gullo.
La conformación final de la lista coincidió con una sonrisa que extendió unos bigotes a posiciones más cercanas a unas pequeñas orejas. Alberto Fernández, creyó cumplir una de sus últimas contribuciones a la causa kirchnerista, y quizás aprobó la materia final que le asegure continuidad más allá del diciembre venidero.
Y para ello no tuvo pruritos en ser fiel al trillado adagio que predice: el que reparte, siempre, se lleva la mejor parte. Nicolás Trotta y María Lucía Colombo, además de los mencionados precedentemente, pueden dar fe de la interminable sabiduría popular.