lunes, 27 de agosto de 2012

Atado a un sentimiento


Uno de los fenómenos propios de la restauración democrática de 1983 a la fecha fue el enamoramiento de los distintos Presidentes de la Nación hacia algunos de sus ministros, dotándolos a veces de superpoderes o delegación de temas que podían repartirse en varias carteras del Ejecutivo en una sola.

La tendencia la inició Raúl Alfonsín en los lejanos 80 cuando apostó fuerte en su ministro de Economía, Juan Vital Sourrouille padre junto a Roberto Frenkel y José Luis Machinea del famoso Plan Austral que cambiaba las reglas de juego en la materia tras los desaguisados del último gobierno militar. Si bien el técnico no era un hombre surgido de las tradicionales filas del partido de gobierno, encontró en Alfonsín el respaldo absoluto para implementar sus ideas en la realidad argentina de entonces. No fueron pocas las críticas que tuvo que afrontar el caudillo de Chascomús por apoyar las políticas económicas de su delfín, dentro y fuera de la UCR. No obstante lo cual su obstinación fue la regla.

En el plano político, tuvo la misma actitud al otorgar extremo poder, en este caso desde las sombras, a Enrique “Coti” Nosiglia, quien fue protagonista de cuanto operatoria del gobierno viese la luz. Era uno de los jóvenes brillantes de la Junta Coordinadora radical, que con paciencia de hormiga ubicaba a hombres de su confianza en los distintos estamentos gubernamentales y legislativos que se les presentaba. Quizás en este punto, y no es el único, estemos en presencia de un deja vú.

Sobre el final de su gobierno, al líder radical se le fueron los principales resortes del poder de las manos y encumbró en forma adelantada la llegada de Carlos Menem a la Rosada. Y más allá a los estilos diametralmente opuestos entre el riojano y su antecesor,  hubo puntos en común entre ambos. Y fue precisamente el deslumbramiento por las cualidades técnicas de otro superministro, en este caso Domingo Felipe Cavallo. El autóctono mediterráneo se tranformó en la otra cara de la medalla de poder menemista y junto al también superpoderoso, Roberto Dromi, produjeron la reforma conservadora más impactante de las últimas décadas. Convertibilidad, privatizaciones y negociados varios fueron moneda corriente de la década del riojano en el poder, que sostuvo a sus elegidos hasta el cumplimiento de sus ocultos objetivos, muy lejanos de sus difusas promesas del salariazo y la revolución productiva en tiempos preelectorales.

Con la derrota del menemismo en su intento de perpetuarse en el poder (otro deja vú?), la prometedora Alianza entre la UCR y el FREPASO, duró lo que la luz de un fósforo al no superar la profunda contradicción interna entre el más conservador de los hijos del radicalismo como De la Rúa, y el supuesto adalid del progresismo y de la nueva política, Carlos “Chacho” Alvarez. Pero aún en sus diferencias también abrevaron de las mismas aguas que los anteriores y se ataron a otro sentimiento, cuando todo se derrumbaba por errores propios, por el concierto internacional desfavorable y por la ayudita de algunos amigos del principal partido opositor (léase PJ y algunas expresiones gremiales); los aliancistas recurren paradójicamente a Domingo Cavallo.

El final es trágicamente conocido por todos: muerte, helicóptero y siete presidentes provisionales en una semana son postales difíciles de olvidar. Con la llegada de Eduardo Duhalde otra vez un técnico cobra relieve en momentos de crisis, Roberto Lavagna comienza una tarea de reconstrucción económica que durante un tiempo también respertaría su sucesor Néstor Kirchner.

Pero los aires del sur trajeron otros protagonistas para manejar las principales áreas con manejo de amplios recursos, llegaba Julio De Vido para convertirse en el funcionario más influyente en la gestión del santacruceño. Y así fue hasta la desaparición del fogoso mandatario, momento en que comenzaría la lenta pero firme tupacamirización del otrora hombre fuerte del kirchnerismo.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner intentaría generar su propia tropa con nuevos jóvenes brillantes. Es la hora de la temible Cámpora, con más voracidad que la Coordinadora radical de los 80, y aparece una nueva figura fulgurante en el cielo cristinista: Axel Kiciloff. 

Es el turno de un nuevo representante de los designios presidenciales de la restauración democrática. Así YPF, Aerolíneas, el control de empresas energéticas, etc. pasan a engrosar las áreas de ingerencia del ¿nuevo? Sourrouille o Cavallo. En la misma línea de preferencia, pero en materia política Juan Manuel Abal Medina crece en paralelo proceso de acumulación de poder pero desde la trinchera a diferencia del Nosiglia de Alfonsín.

Por todo esto y ante los desgraciados antecedentes históricos, esperemos que los resultados en la actualidad sean distintos, a pesar del fuerte aroma a deja vú que nos traen cotidianamente.

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