viernes, 19 de octubre de 2007

Una campaña de baja intensidad


La campaña electoral que puede depositar a Cristina Kirchner en Balcarce 50, tuvo algunas características que la tornaron al menos distinta de las ocasiones anteriores.

La anticipada presunción del triunfo oficialista por parte del amplio universo de las consultoras de la opinión pública, restó la típica competencia entre ellas y casi mansamente cada fuerza política asumió esos resultados como inexorables, hasta casi la oposición cayó en la trampa.

Sólo sobre el final, el voluntarismo de algunos candidatos y la tibia predicción de una sóla encuestadora (que tiene en su haber una de cal: Misiones y otra de arena: Capital) anticiparon un imaginario escenario de ballotage.

El gobierno nacional desplegó una estrategia con dos momentos claramente definidos. Una primera etapa donde reforzó la imagen de nuevo liderazgo de Cristina Kirchner en el concierto internacional, y un último suspiro de tradición político-emotiva el 17 de octubre pasado.

La oposición que pelea ocupar el segundo peldaño de las preferencias electorales, se dividió entre dos esfuerzos paralelos. El de Elisa Carrió por rodearse de la mayor cuota de equipos técnicos y aliados políticos y sociales para erradicar su imagen de recurrente personalismo, y el de Roberto Lavagna por mostrarse como alternativa superadora del oficialismo, en constante apelación a su capacidad técnica.

La posibilidad de encarnar una opción que represente a los peronistas disconformes o críticos del gobierno, es la gran duda que se manifiesta en Alberto Rodríguez Saa, ya que el gobernador neuquino Jorge Sobisch, recipiendario inicial de un espacio común, ni siquiera alcanza a despegar.

Por último, en los extremos del arco ideológico, los candidatos del PRO sólo se aferraron a la imagen del jefe de gobierno electo para levantar su performance nada halagueña en la largada. El hecho de no apoyar a nivel nacional la candidadura de Ricardo López Murphy le resto entidad a la propuesta, mientras que las aguas de la izquierda vernácula continúan con su histórica dispersión, que la coloca en los últimos escalones de la empatía ciudadana.

Fin de una campaña de baja intensidad en un nuevo mojón de una institucionalidad perfectible, pero de imprescindible necesidad.