Lejos de la intención de abrumar con conceptos
filosóficos o poner en un pie de igualdad a representantes de nuestra política
vernácula con pensadores de la talla de Mircea Eliade; la mención a este
precepto intenta reflexionar sobre los recurrentes intentos de algunas figuras
por acceder a convertirse en candidatos a los máximos niveles de conducción de la
Nación o la Ciudad de Buenos Aires en las últimas décadas.
En este sentido, el que lleva amplia ventaja en
estas lides es el “gallego cordobés”, el actual gobernador José Manuel De la Sota. Su primera y lejana
primera vez, fue durante la primavera de la Renovación Peronista
de los 80, aquella task force que comandaban Antonio Cafiero, Carlos Grosso y,
aunque ahora parezca mentira, el mismísimo Carlos Sául Menem. Los cruzados
contra la ortodoxia representada por Vicente Saadi, Lorenzo Miguel y otros
exponentes del feudalismo autóctono de aquellas épocas, propugnaban un cambio
de metodología y un estado de discusión y debate interno para reformular la
relación del PJ con la sociedad toda.
Cuando llegó la hora de la verdad en el bunker
renovador, y se veía próxima la posibilidad de llegar al poder, tanto el ex
ministro lactante de Perón como el émulo de Facundo Quiroga decidieron dirimir
sus aspiraciones en una interna histórica, la única real durante la
restauración democrática, en la cual las fórmulas se completaron con José
Manuel De la Sota y Eduardo Duhalde respectivamente. Para sorpresa de muchos y
para el acierto de pocos, el tándem Menem-Duhalde sería el primer revés que
recibió el tres veces gobernador de la docta en sus deseos de llegar a los
primeros niveles de la conducción del país.
Con el fin de la renovación, un paso fugaz por
la embajada de Brasil como premio consuelo durante el menemismo, y una banca en
el Senado de la Nación en 1995, el cordobés se recluyó en su pago chico con el
firme objetivo de convertirse en el vengador justicialista tras las gestiones
radicales en su provincia. Y tras mucho esfuerzo, no sólo lo consigue sino que
repetirá dos veces más su mandato, dotándolo de una experiencia de gestión más
que importante para quien pretende ocupar el sillón de Rivadavia.
Pero el destino le tenía preparada otra
oportunidad en el fragor de la Argentina post 2001. El entonces Presidente
Duhalde, ante la imposibilidad de extender su morada en Balcarce 50, vió en su
viejo rival del 88 a
un posible candidato de cara al escenario electoral del 2003, donde también
comenzaba a perfilarse en la pelea Néstor
Carlos Kirchner, entre otros. Quiso el destino también,
encuestas mediante, que no tuviera la proyección popular deseada y terminara
siendo el santacruceño el recipiendario de la esperanza de los argentinos tras
tocar fondo, corralito y corralón mediante.
Hoy, en momento en que muchos vislumbran el
ocaso del proyecto de Néstor y Cristina, el cordobés errante vuelve a calzarse
los guantes de box para dar la tercera batalla, quizás la final, por incorporar
su nombre en la larga lista de mandatarios que ha tenido nuestro sufrido país.
Su actual arremetida contra el pacto fiscal, el reclamo judicial por el
reintegro de aportes de la coparticipación federal y el encuentro con
referentes de la oposición como Mauricio Macri son síntomas elocuentes de un
reposicionamiento del tenaz dirigente justicialista con miras a su objetivo de
máxima.
Pero De la Sota no es el único representante de
los cultores del eterno retorno. De esta aguas también abrevan Elisa Carrió y
Fernando “Pino” Solanas. Son varios los allegados de los referentes en cuestión
que quieren reciclar sus figuras de cara a las elecciones del 2013, en especial
en la Ciudad de Buenos Aires; donde el kirchnerismo no termina de hacer pié ni
encuentra quien pueda encarnar con posibilidad de éxito la contienda.
Ambos han tenido ambiciones presidenciales
frustradas, y tuvieron que descender a la pelea porteña más por necesidad que
por convicción. Sin embargo, en tiempos de vacas flacas, son muchos quienes
golpean nuevamente a las puertas de estos dirigentes de conductas irreprochables.
Pero, más allá de haber transitado con suerte dispar ámbitos deliberativos, no
tienen real experiencia de gestión para mostrar, y es esto en definitiva el
principal déficit que no pueden superar hasta el momento. No obstante lo cual,
es probable que intenten volver a empezar.