jueves, 23 de agosto de 2012

Los salieris de Eliade (o el mito del eterno retorno)


Lejos de la intención de abrumar con conceptos filosóficos o poner en un pie de igualdad a representantes de nuestra política vernácula con pensadores de la talla de Mircea Eliade; la mención a este precepto intenta reflexionar sobre los recurrentes intentos de algunas figuras por acceder a convertirse en candidatos a los máximos niveles de conducción de la Nación o la Ciudad de Buenos Aires en las últimas décadas.

En este sentido, el que lleva amplia ventaja en estas lides es el “gallego cordobés”, el actual gobernador José Manuel De la Sota. Su primera y lejana primera vez, fue durante la primavera de la Renovación Peronista de los 80, aquella task force que comandaban Antonio Cafiero, Carlos Grosso y, aunque ahora parezca mentira, el mismísimo Carlos Sául Menem. Los cruzados contra la ortodoxia representada por Vicente Saadi, Lorenzo Miguel y otros exponentes del feudalismo autóctono de aquellas épocas, propugnaban un cambio de metodología y un estado de discusión y debate interno para reformular la relación del PJ con la sociedad toda.

Cuando llegó la hora de la verdad en el bunker renovador, y se veía próxima la posibilidad de llegar al poder, tanto el ex ministro lactante de Perón como el émulo de Facundo Quiroga decidieron dirimir sus aspiraciones en una interna histórica, la única real durante la restauración democrática, en la cual las fórmulas se completaron con José Manuel De la Sota y Eduardo Duhalde respectivamente. Para sorpresa de muchos y para el acierto de pocos, el tándem Menem-Duhalde sería el primer revés que recibió el tres veces gobernador de la docta en sus deseos de llegar a los primeros niveles de la conducción del país.

Con el fin de la renovación, un paso fugaz por la embajada de Brasil como premio consuelo durante el menemismo, y una banca en el Senado de la Nación en 1995, el cordobés se recluyó en su pago chico con el firme objetivo de convertirse en el vengador justicialista tras las gestiones radicales en su provincia. Y tras mucho esfuerzo, no sólo lo consigue sino que repetirá dos veces más su mandato, dotándolo de una experiencia de gestión más que importante para quien pretende ocupar el sillón de Rivadavia.

Pero el destino le tenía preparada otra oportunidad en el fragor de la Argentina post 2001. El entonces Presidente Duhalde, ante la imposibilidad de extender su morada en Balcarce 50, vió en su viejo rival del 88 a un posible candidato de cara al escenario electoral del 2003, donde también comenzaba a perfilarse en la pelea Néstor Carlos Kirchner, entre otros. Quiso el destino también, encuestas mediante, que no tuviera la proyección popular deseada y terminara siendo el santacruceño el recipiendario de la esperanza de los argentinos tras tocar fondo, corralito y corralón mediante.

Hoy, en momento en que muchos vislumbran el ocaso del proyecto de Néstor y Cristina, el cordobés errante vuelve a calzarse los guantes de box para dar la tercera batalla, quizás la final, por incorporar su nombre en la larga lista de mandatarios que ha tenido nuestro sufrido país. Su actual arremetida contra el pacto fiscal, el reclamo judicial por el reintegro de aportes de la coparticipación federal y el encuentro con referentes de la oposición como Mauricio Macri son síntomas elocuentes de un reposicionamiento del tenaz dirigente justicialista con miras a su objetivo de máxima.

Pero De la Sota no es el único representante de los cultores del eterno retorno. De esta aguas también abrevan Elisa Carrió y Fernando “Pino” Solanas. Son varios los allegados de los referentes en cuestión que quieren reciclar sus figuras de cara a las elecciones del 2013, en especial en la Ciudad de Buenos Aires; donde el kirchnerismo no termina de hacer pié ni encuentra quien pueda encarnar con posibilidad de éxito la contienda.

Ambos han tenido ambiciones presidenciales frustradas, y tuvieron que descender a la pelea porteña más por necesidad que por convicción. Sin embargo, en tiempos de vacas flacas, son muchos quienes golpean nuevamente a las puertas de estos dirigentes de conductas irreprochables. Pero, más allá de haber transitado con suerte dispar ámbitos deliberativos, no tienen real experiencia de gestión para mostrar, y es esto en definitiva el principal déficit que no pueden superar hasta el momento. No obstante lo cual, es probable que intenten volver a empezar.