lunes, 28 de junio de 2010

Parecemos ya ves, dos extraños



En la década del 40, José María Contursi sentenciaba “lección que por fin aprendí: cómo cambian las cosas los años”, tango que quizás en los oídos de Rafael Bielsa en el 2005 o Jorge Taiana un lustro después haya adquirido una distinta significación.

Los dos protagonistas de estas líneas atravesaron situaciones con ciertas similitudes en distintos momentos históricos de la gestión kirchnerista. Tanto uno como otro formaron parte del riñón de poder del matrimonio presidencial hasta el momento de caer en desgracia. Ambos ostentaban reconocimiento desde el punto de vista intelectual y respeto por parte del arco opositor.

Bielsa tuvo en la filtración de información del caso de la médica Hilda Molina el principio del fin, mientras que Taiana recorrió igual camino ante el conocimiento de la posible incorporación del Brasil en el monitoreo de la pastera Botnia, tras el levantamiento del corte en Gualeguaychú.

Siempre quedaran dudas flotando de operaciones de desgaste de quienes los secundaban en la Cancillería en la búsqueda de la cima del Palacio San Martín. En el primer caso hubo quienes sugirieron que Taiana tuvo que ver en la filtración que terminó alejando a Bielsa del sol kirchnerista. En el segundo, Timmerman es sindicado como responsable de maniobras que terminaron esmerilando la posición de Taiana en la conducción de la política exterior argentina.

Para la remoción de Rafael Bielsa se lo erigió como diputado nacional desde la Ciudad de Buenos Aires y luego se le ofreció una embajada a la que tras un amague inicial desistió de aceptar. Faltaría este capítulo de la historia para saber si pueden existir aún más coincidencia de destinos entre los protagonistas.

Sin embargo el alejamiento de Jorge Taiana fue voluntario y la frialdad mostrada por la presidenta en la asunción de su sucesor pareciera indicar que no habría nuevos ofrecimientos en puerta para quien fuera hijo de un otrora dirigente histórico del justicialismo y médico personal del general Juan Domingo Perón, aunque en la política vernácula todo es posible.