miércoles, 1 de abril de 2009

Parte del aire



Fue tanto el artífice de la mayor desilusión en las urnas para los peronistas que votaron por primera vez luego del proceso militar como de la euforia de un enorme conglomerado de voluntades que pedían a los gritos una renovación y un cambio.

Fue el promotor de la mayor arremetida contra los responsables del genocidio argentino entre 1976 y 1983 y cara visible del enfrentamiento con carapintadas y los últimos resabios de una guerrilla decadente, como también impulsor de las leyes de obediencia debida y punto final.

Fue quien alargó la vida en el poder del por entonces caudillo riojano Carlos Menem a través del publicitado Pacto de Olivos, como formó parte de quienes extendieron su certificado de defunción con la constitución de la efímera y finalmente dolorosa Alianza.

Fue el de las causas ambiciosas que se convirtieron en realidad como el acuerdo por el Beagle y la constitución del embrión del Mercosur, e irrealizables como el traslado de la Capital a Viedma o la creación del Tercer Movimiento Histórico.

Fue el autor de frases altamente redituables como "con la democracia se come, se cura y se educa", como de otras tristemente célebres como aquellas "felices pascuas, la casa está en orden"

Fue quien siempre creyó en la unidad del radicalismo, más allá de los avatares coyunturales y las escisiones propias de las batallas cotidianas, pueden dar fe de ello desde Ricardo López Murphy y Elisa Carrió, pasando por Fernando De la Rúa y Enrique Nosiglia hasta llegar incluso a Julio Cleto Cobos.

Fue respetado por los eternos adversarios del movimiento creado por Juan Domingo Perón allá en la década del 40 en sus versiones ortodoxas, renovadoras, indefinidas o de centroizquierda. Atestiguan ello personajes tales como Antonio Cafiero, José Luis Manzano, Eduardo Duhalde, Carlos Menem o el mismísimo matrimonio Kirchner.

Fue, en síntesis, parte de nuestra historia argentina, de la buena y de la mala, con las contradicciones propias de una tierra que se forjó con el aporte nativo y el que trajeron los que vinieron de los barcos. Fue, Raúl Ricardo Alfonsín.

martes, 31 de marzo de 2009

Si Bergara Leumann viviera













Como e
n botica, el electorado porteño tendrá en este perezoso otoño una heterógenea y multifascética oferta de candidatos a Diputados de la Nación.

El peronismo vernáculo se encuentra envuelto en nuevas alquimias en un distrito históricamente esquivo a su propuesta, y conviven en él personajes como Amado Boudou, uno de los pocos delfines sobrevivientes del universo K, el siempre bien dispuesto Jorge Telerman que concita el beneplácito del influyente gremio de los encargados de edificios; con los eternos Rafael Bielsa y Daniel Filmus, con cada vez menos energía para afrontar empresas de agoreros pronósticos.

En el vapuleado progresismo de la Ciudad, Aníbal Ibarra será nuevamente de la partida desde su particular Diálogo por Buenos Aires, que también plaga de afiches las calles con el rostro del banquero cooperativista Carlos Heller. Pero también estarán disponibles para representar al espacio el cineasta Fernando Pino Solanas y el impoluto representante del socialismo porteño, Héctor Polino, entre otros.

Pero como si todo esto fuera poco, en las huestes del radicalismo y sus virtuales aliados de la Coalición Cívica hay más dudas que certezas. El atildado Alfonso Prat Gay sufre las contradicciones de su promotora Elisa Carrió, miéntras que los lejanos sucesores de Alem, deben resolver quienes serán los encargados de la batalla, en la que ya están anotados desde expresiones prolijas como el jurista Ricardo Gil Lavedra hasta emergentes de difícil caracterización como el capocómico Nito Artaza, sin perderle la pisada tampoco al siempre tentado a reincidir en las urnas Rodolfo Terragno.

Finalmente, sólo en el redil del Pro parece reinar la calma y el optimismo, ya que el sueño de Mauricio Macri de catapultar a su coequipier Gabriela Michetti al Congreso en triunfal entrada está más próximo que nunca.