viernes, 13 de junio de 2008

¿Fukuyama tenía razón?


Allá por los noventa, en pleno auge del menemismo, los gurúes del liberalismo autóctono, luego de cenar la tradicional pizza con champagne, se recostaban en sus lujosas camas para leer su libro de cabecera “El fin de las ideologías” de Francis Fukuyama.
Ese compendio de elucubraciones intelectuales le sirvió al otrora caudillo riojano Carlos Saúl Menem para echar por tierra las hasta entonces perennes 20 verdades peronistas, la innovadora tercera posición y las históricas tres banderas enarboladas por Juan Domingo Perón en la década del 40.
Casualmente hoy, un discípulo no reconocido de aquella belle epoque, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri decretó que sus funcionarios estarán habilitados para recibir un premio por productividad, que podría ascender sus ingresos hasta los casi 30 mil pesos antes de fin de año.
Más allá de lo polémico de la medida, fustigada por todo el arco opositor porteño, en otra tierra, y un gobierno de un signo político opuesto al del ex presidente de Boca Juniors, Raúl Castro hizo un anuncio similar en la Cuba post-fidel.
El hermano del líder revolucionario continuó con sus reformas fronteras adentro, pero con el ojo hacia fuera, en su actual objetivo de reinsertar a la isla en el concierto internacional.
Pero este ejemplo, no es el único caso que demuestra que la gestión muchas veces derriba mitos o convicciones ideológicas. Basta ver la mano dura implementada por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero contra los protagonistas del paro de transportistas españoles, o el replanteo de la duración de la jornada laboral que estaría preparando el neoconservador Nicolás Sarkozy nada más ni nada menos que en la cuna de la revolución de 1789.
Quizás la lectura de estas noticias logren mitigar la pena del ex presidente Carlos Menem ante la reciente desaparición de su amigo Bernardo Neustadt, y piense en soledad que, tal vez, Fukuyama tenía razón.